En pleno siglo XXI, el término "comunismo" vuelve a ser parte del discurso político. El fantasma de las ideas de Karl Marx vuelve a ser agitado con imprecisión como forma de justificar relatos conservadores.

Por Juan Pablo Demaría Aguilar
En lo que va de este apéndice del siglo XX o, dicho de otro modo, este aún joven siglo XXI, una palabra goza de mala prensa. Una mala palabra. Comunismo es esa palabra que nuevamente vuelve a tener mala propaganda. Una connotación negativa atraviesa esta palabra como si de alguna forma volviéramos al siglo XIX, ese siglo al que Eric Hobsbawm llamó “el siglo largo”. Parafraseando a dos personajes del siglo XIX, un espectro recorre el siglo XXI, el espectro de lo que se dice del comunismo.
En el antepasado siglo esa palabra formó parte de dos libros escritos por dos autores cuyos nombres resuenan cuales fantasmas en este tiempo. Karl Marx y Friedrich Engels. Los textos: “La ideología alemana” y “Manifiesto comunista”. En cada uno de estos “libros malditos” se encargaron de hablar del comunismo entre otras cuestiones que no vienen al caso hablar en este brevísimo artículo.
En el primero de los dos libros mencionados sus autores brindan una definición de comunismo: “el comunismo es un movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”. No se trata allí de un gobierno dictatorial o de una autocracia como se interpretó más de una vez por quienes no lo leyeron o lo interpretaron según dudosos intereses.
Tampoco se trata de una idea programática que deba cumplirse al pie de la letra, de manera férrea por un sistema cerrado. Más bien se trata de una reflexión sobre la idea del comunismo y cómo la interpretaron algunos de sus contemporáneos.
En el segundo libro mencionado, sus autores elaboran una brevísima teoría y una práctica del comunismo que la desarrollarán en breves capítulos donde expondrán análisis, reflexiones y un programa de acción tendiente a implementar una forma de gobierno que consiste en la conquista de la democracia. En este “maldito breve libro” se habla del comunismo como de un fantasma. De hecho, el libro comienza diciendo: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”.
En cada uno de estos textos la palabra comunismo no es sólo una palabra. Es una herramienta de acción. Aquí la pragmática de una palabra que resonaba en el contexto en que estos libros fueron escrito, y que también fueron combatidos por gobiernos y funcionarios. El comunismo era un chivo expiatorio que fue útil en ese contexto para quienes pretendían conservar poder.
El siglo XIX estuvo atravesado por revoluciones tanto en Europa como en Latinoamérica. En la primera región mencionada los comunistas fueron perseguidos, encarcelados, asesinados. Eran la escoria de la sociedad europea. En la segunda región mencionada se recibió a perseguidos, expulsados, exiliados por el hecho de ser comunistas y llegaron a geografías latinoamericanas con sus ideas y programas, y no estuvieron exentos de persecuciones políticas. Pareciera que ser comunista tuvo más costos que beneficios.
En este tiempo, metafísicamente hablando, hay algo que permanece y algo que cambia. Permanece lo caótico. El siglo XIX fue de profundos cambios como lo viene siendo y seguirá siendo el corriente siglo XXI. Las revoluciones decimonónicas sentaron las bases de los sistemas de gobierno republicanos democráticos por un lado y monárquicos constitucionales por otro en el hemisferio occidental del mundo. El siglo XXI es una versión del siglo XIX, una copia en claroscuro, una rémora caótica con un pasado por delante en formato de futuro incierto.
El siglo en curso tiene en su haber la guerra en la zona euroasiática, las que hay en medio oriente, el enfrentamiento político entre China y Estados Unidos, los conflictos del gigante asiático en su propia región contra Taiwán y la India, su cooperación diplomática con Rusia, su injerencia en Latinoamérica y en África, su presencia cada vez más fuerte en Europa. Por parte del segundo, comparte con China su injerencia en Latinoamérica, pero el gigante del norte occidental interviene en la región desde el siglo XIX, desde 1823 hasta la fecha mediante la doctrina Monroe.
Los cambios no son menos importantes que lo que permanece. En el siglo XIX no había el exponencial desarrollo tecnológico que hay en lo que va del XXI. Tampoco la economía estaba financiarizada al nivel en que se encuentra actualmente. Tampoco había una arquitectura política internacional que a pesar de sus alteraciones aún persiste.
El odio al comunismo es algo en común entre el siglo XIX y lo que va del XXI. Lo plantearon Marx y Engels en los libros citados refiriéndose a la Europa de su tiempo. En Latinoamérica el comunismo no estuvo exento del odio de sus enemigos. En el corriente siglo XXI en distintas geografías ese odio persiste. En Latinoamérica, más precisamente en Argentina quien gobierna permanentemente ataca al comunismo y considera comunistas a todos aquellos que se oponen a sus ideas y prácticas de gobierno.
La palabra comunismo se sigue usando a pesar de que hoy en día se estigmatice despectivamente a quienes se consideran comunistas o son considerados tales. Al respecto de ello el autor Slavoj Zizek plantea que la idea del comunismo persiste a pesar de los fracasos en las implementaciones de la idea. Cita a Samuel Beckett que en una parte de su obra rumbo a peor dice: “intenta de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor”. Para Zizek el comunismo sigue siendo una idea que persiste a pesar de los fracasos históricos.
La palabra comunismo recorre el mundo cual fantasma que supo ser tragedia y quizá ahora es comedia que mediante su entretenimiento permanece vigente.
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