Primera parte de una extensa investigación del especialista en Relaciones Internacionales.
Por Julio Sevares *
1. Introducción
La globalización liberal dominante desde los años ochenta del siglo XX entró en crisis en el siglo XXI y dio lugar a un nuevo conjunto de políticas estatales y privadas que repiten orientaciones presentes desde el inicio del capitalismo industrial y que, en rigor, en muchos países y períodos de auge neoliberal siguieron practicándose.
En la actualidad la voz de mando en los países más avanzados no es ya la promoción de la globalización indiscriminada, a la que se le atribuía una distribución optimizante de los recursos económicos y de la ganancia empresaria, sino la de políticas industriales y tecnológicas promovidas y financiadas en mayor o menor medida por los estados, y con orientaciones no solo económicas sino político-estratégicas, inclusive en las empresas privadas.
2. El nacionalismo y el Estado en las primeras etapas del capitalismo industrial
El discurso estándar y más difundido de la evolución de la primera etapa del capitalismo industrial, que puede ubicarse desde el fin del siglo XVIII al siglo XIX, sostiene que se caracterizó por la progresiva instauración del liberalismo económico en las economías nacionales, en el comercio internacional y en el sistema monetario internacional (con el patrón oro).
Efectivamente, las energías individuales manufactureras tuvieron un papel decisivo en este proceso, promoviendo el progreso técnico, la acumulación de capital y la ampliación de los mercados. Pero también es cierto que, previamente al auge industrial y del comercio internacional, y hasta entrado el siglo XIX, los estados practicaron políticas de protección económica, promoción de sus exportaciones (y restricción de algunas de ellas que consideraban estratégicas y que no querían que cayeran en manos de sus competidores) y, fundamentalmente, políticas militares y de conquista colonial destinadas a ampliar mercados y a garantizar el acceso a fuentes de materias primas necesarias para las industrias y el consumo.
Estas políticas, denominadas genéricamente como mercantilismo, se basaban en la idea de que el reino necesitaba un Estado fuerte capaz de defender los intereses del mismo frente a sus competidores y enemigos. El mercantilismo, sostiene la socióloga Liah Greenfeld (2001), era de carácter nacional, por encima de las soberanías locales y contribuyó a la unificación del Estado y a la formación de la idea de lo nacional (Greenfeld, 2001, p.111).
A su vez, el nacionalismo, es una forma de conciencia social que emergió en el siglo XVI en Inglaterra y se expandió a los asentamientos ingleses en América y luego hacia otros países europeos. La “conciencia nacional”, considera la autora surge de una imagen de la sociedad, como una comunidad soberana de miembros fundamentalmente iguales (Greenfeld, 2001, p.2).
En Inglaterra, “el efecto del nacionalismo económico fue prodigioso porque fue la redefinición de la sociedad inglesa como una nación que permitió la emergencia de la economía desde su posición tradicionalmente subordinada en relación a las instituciones políticas y religiosa” (Greenfeld, 2001, p.57).
En este contexto, la iniciativa privada y las determinaciones de mercado tuvieron un papel muchas veces secundario y subordinado o dependiente de las políticas de los reinos y, en cualquier caso, no podría haber prosperado en la medida que lo hizo sin el apoyo estatal.
El nacionalismo derivó en la política imperial con la cual Inglaterra sometió a numerosos pueblos en busca de recursos para alimentar su despegue industrial.
3. El nacionalismo y el proteccionismo en Adam Smith
Las posiciones nacionalistas y estatistas británicas no tuvieron solo un carácter reactivo ante la amenaza externa sino que respondieron también a concepciones teóricas vigentes en la época. Una de ellas es enunciada por el propio Adam Smith (1776), padre de la economía liberal: en su obra Investigación sobre las Causas de la Riqueza de las Naciones, de 1776, expone lo que considera que son los deberes del soberano para con la sociedad que incluyen “erigir y mantener las instituciones y trabajos públicos, que si bien pueden ser en ventajosos para una gran sociedad en la mayor medida, son, sin embargo, de tal naturaleza que el beneficio (que proporcionen, nota del autor) nunca podría repagar los gastos para ningún individuo o reducido número de individuos y que, por lo tanto, no puede esperarse que ningún individuo o número reducido de individuos, podrían erigir o mantener…los trabajos e instituciones de esta clase son principalmente los de facilitar el comercio de la sociedad y la de promover la instrucción del pueblo…La protección del comercio en general ha sido siempre considerado esencial para la defensa de la riqueza común y, por esa razón, una parte necesaria del deber del poder ejecutivo” (Smith, 1776).
Como parte de esa visión, al mismo tiempo que pregonaba la especialización productiva y el liberalismo comercial, defendía la aplicación de las Leyes de Navegación inglesas que restringían el uso de los puertos del país a los barcos locales y que fueron aprobadas en 1651 y derogadas recién en 1849, es decir tres años después de la derogación de las Leyes de Cereales en 1846, fecha que generalmente se toma con el inicio del sistema liberal del comercio internacional.
4. El nacionalismo continental
En lo que respecta a los países del continente, en Alemania el nacionalismo económico fue más explícito que en Inglaterra y en Francia y fue apoyado por la universidad, la élite intelectual y, después de la unión aduanera (Zollverein) de 1834, por el aparato Prusiano.
(Greenfeld, 2001, p.154)
Siguiendo sus propios impulsos o reaccionando ante el avance inglés, Francia y Alemania, aplicaron políticas de protección aduanera y estímulo a sectores considerados prioritarios, y casi todos los países establecieron sistemas de compra nacional para actividades que consideraron estratégicas como ferrocarriles o construcción de barcos.
El nacionalismo económico puede ser proactivo o reactivo: W. W. Rostow, estudioso del crecimiento y de la teoría del “take off” o despegue, afirma que los estados-nación pueden tener agendas nacionales “reactivas” de promoción del engrandecimiento nacional en la escena internacional basadas en humillaciones sufridas en el pasado, sean estas reales o imaginadas o por el intento de no retrasarse ante el avance de una potencia rival. Ese “nacionalismo reactivo” explica los esfuerzos de las naciones industriales europeas para despegar, con el propósito de no quedar retrasadas ante el avance industrial inglés. (Greenfeld, 2001, p.8 y 9)
Friedrich List, admirador del industrialismo del primer Secretario del Tesoro estadounidense, Alexander Hamilton, fue propulsor destacado de la unificación alemana y crítico del liberalismo, y sostenía que el proteccionismo era la escalera que Inglaterra había utilizado para crecer y que, una vez llegada a la cima, intentaba quitar a los países que querían seguir el mismo camino.
5. Nacionalismo y proteccionismo “Made in U.S.A”
La economía de Estados Unidos se desarrolló, fundamentalmente, en base a la iniciativa privada, pero, desde la Independencia de 1776, y en función de la rivalidad-asociación económica con Europa, también se desarrollaron la conciencia nacional e imperialista.
“Las primeras fases de la industrialización y el nacionalismo parecen haberse sustentado recíprocamente, sostiene el historiador estadounidense Thomas Bender (2011), y tanto en Europa como en Estados Unidos, la gente comenzó a imaginar la nación como un medio para impulsar el desarrollo económico…Durante un breve período los estadounidenses encontraron una experiencia fundacional en un nacionalismo insular aunque expansivo, y muy pronto comenzaron a abrigar sueños de un imperio mayor que se extendiera sobre el Pacífico y, hacia el sur, hasta el Caribe. El industrialismo también contribuyó a ampliar tanto la experiencia como la idea de una nación más grande” (Bender, 2011, p.125).
El industrialismo nacionalista (y “reactivo”, según la clasificación de Rostow) estadounidense tuvo uno de sus primeros abogados en Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro del país. Hamilton, considera Greenfeld (2001) hizo todo lo posible en su poder para hacer la nación autosuficiente e independiente del talante y el capricho de otras naciones y promover “la creciente respetabilidad del nombre de América” (Greenfeld, 2001, p.388).
Consideró que la industria, desarrollada por la sustitución de importaciones y ayudada por el proteccionismo, podía generar más riqueza que el agro y reducir la dependencia de las mercaderías importadas, especialmente en lo referido a materiales militares.
Hamilton y otros dirigentes del nuevo Estado estaban preocupados por el poder y el prestigio de su país ante otras naciones, especialmente a partir de la guerra con Inglaterra de 1812 y por la idea de que la antigua metrópoli y otras potencias, como Francia, obstaculizaban las ambiciones de expansión estadounidense. Estas ambiciones se manifestaron muy pronto, primero en el continente Americano y pronto afuera de sus fronteras.
El sur de Estados Unidos, basado en la agricultura extensiva, era liberal y se oponía al proteccionismo industrialista abogado por dirigentes del norte, porque no tenía interés el desarrollo industrial (como sucedía y sucede con las clases dominantes de economías basadas en la explotación de recursos naturales). La diferencia de intereses contribuyó al enfrentamiento entre el Norte y el Sur y, después de la Guerra de Secesión (1861-1865), el gobierno nacional del republicano e industrialista Abraham Lincoln impuso un aumento de aranceles generalizado de hasta un 35%, que se extendió durante todo el siglo XIX.
En ese mismo período, junto con el proteccionismo y las fuerzas expansivas de la acumulación privada, el Estado contribuyó con la organización de grandes obras públicas, la extensión del ferrocarril y con la ampliación del territorio “manu militari” a costa de los pueblos originarios y de México. El poder militar fue utilizado para extender el poder económico en América Central, el Caribe y en Asia, esto último en gran medida a expensas del declinante Reino español y abriendo a la fuerza el mercado japonés en 1853.
6. Nacionalismo y desarrollismo en el despegue japonés
En 1853 una armada de Estados Unidos arribó a Japón y le impuso un “tratado” comercial por el cual el país, hasta ese momento prácticamente cerrado al comercio externo, tuvo que abrir sus fronteras. La invasión provocó un golpe político en la élite del poder que tomó conciencia de la debilidad del país y promovió el movimiento de la Restauración Meiji de 1868. La Restauración unió políticamente al país, hasta entonces dividido en señoríos feudales, bajo el Emperador de la familia Meiji, y llevó adelante una reorganización-modernización política y económica absorbiendo instituciones occidentales y promoviendo la educación.
La prioridad fundamental de la Restauración fue “establecer un estado fuerte e independiente; los nuevos líderes, aunque procedían de los samurái, no representaban en la práctica a las viejas fuerzas feudales, sino a las relaciones capitalistas que estaban emergiendo” (Kemp, 1981, p227)
El nuevo Estado abolió los privilegios feudales y realizó una reforma agraria compensando a los propietarios con bonos públicos y distribuyó la tierra entre los campesinos. Las tierras del Emperador serían repartidas en una segunda reforma agraria, en 1945. “La restauración Meiji, sostiene un historiador, acabó con el parasitismo de las clases terratenientes que han frenado el desarrollo de muchos países subdesarrollados” (Kemp, 1981, p.237).
Los logros económicos se constituyeron “en un valor central de la conciencia japonesa y de la forma en que los japoneses, y no solo la burguesía interesada en el desarrollo y la ganancia económica, comenzaron a verse a sí mismos” (Greenfeld, 2001, p.327).
La amenaza externa promovió también la idea occidental del nacionalismo que, según la citada Liah Greenfeld, “el mejor regalo que Occidente, bien que inadvertidamente, le hizo a Japón” (Greenfeld, 2001, p.327).
Impulsado por el avance económico, el nacionalismo se convirtió muy pronto en imperialismo, y Japón utilizó su recién adquirido poder para dominar amplias zonas de su región (en China, Corea y Filipinas) de las cuales obtuvo recursos para ampliar su crecimiento.
7. Estatismo, nacionalismo, políticas estratégicas y nuevos actores
En los años que siguieron a la Segunda Guerra se implantó un orden caracterizado por las políticas estatales de desarrollo, cooperación internacional por razones estratégicas y distribución del ingreso. En ese contexto tuvo lugar el ascenso de países emergentes, principalmente asiáticos con modelos que combinaron políticas de mercado y diferentes grados de planificación económica y también diferentes grados de subordinación de las empresas privadas a las políticas nacionales estratégicas. Los países pusieron en marcha grandes energías privadas locales, pero estas pudieron desarrollarse por el apoyo de los estados nacionales y también por la ayuda o tolerancia de Estados Unidos.
En primer lugar, cuenta la rápida recuperación de Japón impulsada por una eficiente reorganización política y económica y por la ayuda de Estados Unidos, que tenía interés en el fortalecimiento del país que pasaría a ser un socio estratégico en Asia.
Japón se benefició de ayuda financiera y militar y de una política benevolente que le permitió utilizar políticas no ortodoxas y desarrollar una creciente competitividad comercial que incluyó la penetración en el mercado de Estados Unidos.
El desarrollo japonés fue seguido, en lo que en su momento se llamó la “formación de ganso”, por varios países asiáticos, principalmente Taiwán y Corea del Sur.
Un historiador del surgimiento de los llamados Tigres Asiáticos explica que esos países emergentes se beneficiaron también con el apoyo material, civil y militar, de los Estados Unidos (Pempel, 1999) y que sus modelos incluyeron “un conjunto de objetivos de amplia escala al cual importantes segmentos del régimen están particularmente dedicados y que provee un objetivo alrededor del cual movilizar la energía nacional colectiva.” (Pempel, 1999, p.171)
Robert Wade (2004), teórico del Estado Desarrollista, sostiene que en el desarrollo asiático influyeron factores como el orgullo nacional herido por la opresión colonial (factor que opera en la política China desde la Revolución hasta nuestros días) y una justificada apreciación de la situación nacional, definida no sólo en términos de vulnerabilidad externa sino también en términos de la necesidad de la industrialización por la escasez de recursos naturales y la necesidad de mejorar la competitividad. En este modelo los militares están orientados a la eficiencia y la burocracia civil (con una fuerte formación y sentido militar) utilizando métodos de ordenamiento y control propios de la disciplina militar para organizar la economía.
China, por su parte, en 1978 lanzó la reforma de “Las cuatro modernizaciones” en agricultura, industria, defensa nacional y ciencia y tecnología, con la cual montó un modelo híbrido de planificación económica y control estatal con estímulo al capital privado chino y extranjero, con un gran énfasis en el desarrollo de las exportaciones. Como en sus antecesores asiáticos en el camino del desarrollo capitalista, el modelo incluyó apelaciones a las ofensas coloniales del siglo XIX y XX y al nacionalismo y, en lo económico, programas para la sustitución de importaciones y de exportaciones y promoción de la educación y de la tecnología.
Y también, durante varias décadas, China contó con la benevolencia económica y política de Estados Unidos que encontraba beneficioso recibir productos chinos baratos y poder invertir en el nuevo mercado para producir y exportar a costos más bajos que en los de otros mercados.
* Doctor en Ciencias Sociales (UBA), economista, profesor FCE-UBA e IRI-UNLP. Miembro del Grupo de Trabajo sobre China del CARI. Autor del libro Choque de Gigantes. EE. UU. vs China y la Reglobalización, Corregidor, 2023.
Publicado originalmente en Revista Relaciones Internacionales, IRI-UNLP, vol. 33, nro. 66/2024. Disponible en: https://revistas.unlp.edu.ar/RRII-IRI/article/view/16715/16517.
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