El G20 es un foro internacional compuesto por 19 países más la Unión Europea, que se constituye como uno de los principales espacios de deliberación e intercambio política y económico del mundo. Para tomar dimensión de la relevancia de sus discusiones, los miembros permanentes representan el 85% del producto bruto mundial. Las instancias de deliberación son diversas, y abarcan por un lado, una variedad de temáticas y problemáticas de orden mundial, es decir, de afectación colectiva; y por el otro, una variedad de actores como representantes de los Estados miembro.

El presente G20 se da en el contexto de una disputa por las áreas de influencia comercial a nivel global. A partir del desarrollo actual de un escenario de multi-polaridad aparente dentro de la geopolítica global, la hegemonía mundial no está claramente sustentada por ninguno de los actores que intervienen. En ese sentido, la cumbre del G20 es el escenario de la disputa de territorios por parte de potencias como China y Estados Unidos, pero también de los países no desarrollados por ofrecer condiciones óptimas que atraigan las inversiones de capital a sus territorios, inversiones que son clave para el desarrollo de la obra pública y privada que ponderan los procesos de acumulación y desarrollo.
A partir de ello es que Argentina, como país anfitrión de la cumbre, es parte de esa disputa global en tanto cuenta con una multiplicidad de riquezas en materia de recursos naturales, que podría ser capitalizada desde el desarrollo de cadenas de agregado de valor a partir de inversiones extranjeras de capital.
Hasta el momento, el gobierno argentino se ha mostrado proclive a profundizar los vínculos de acercamiento con Estados Unidos, pero esto podría significar una subestimación de las posibilidades que brindarían al desarrollo nacional, los cuantiosos recursos que China está dispuesto a desembolsar, en la búsqueda por ganar esferas de influencia a nivel global. Por otra parte, parece lejana la posibilidad de establecer un posicionamiento frente a las economías más fuertes desde la integración regional de las economías de Latinoamérica, lo cual genera un escenario aún más endeble para nuestro país.
La situación regional, a su vez implicó en los últimos dos años un notable giro a la preeminencia de gobiernos neoliberales, dispuestos a una inserción mundial condicionada a la preponderancia de economías exportadoras de recursos naturales contrapuestas, en múltiples aspectos, a la de un desarrollo productivo estratégico.
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