Nuevos Intermediarios: entre los Puertos del Emir y los Coranes del Sultán.
- Francisco Muraglia
- 12 may
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Ante la retracción de Occidente, nuevos Estados en ascenso buscan ocupar el rol de garantizador de la estabilidad en diversas regiones del mundo, siendo el Cuerno de África el tablero de enfrentamiento en que se puede percibir este proceso con mayor claridad, donde Turquía y los Emiratos Árabes Unidos observan con disimulo.

Por Francisco Muraglia
Frente a un escenario en el que los Estados Unidos buscan evitar a los free riders[1] en su afán de desprenderse de responsabilidades que tomaron décadas atrás, y la Unión Europea se encuentra aún vacilante frente a la guerra ruso-ucraniana; actores históricamente más débiles que sus pares atlantistas pero que experimentaron un franco ascenso en lo que va del presente siglo, buscan ocupar el vacío de poder en regiones conflictivas que, para bien o para mal, fueron desatendidas por Occidente.
Este escenario ofrece una particularidad que lo vuelve profundamente interesante: ningún actor puede ofrecer todas las prestaciones demandadas por los países de la región, por lo que la competencia entre proveedores se torna en el desarrollo natural del proceso, a diferencia de cuando los socios atlantistas se involucraban el terreno. Pero, ¿qué prestaciones son demandadas? En primer lugar, las credenciales democráticas no deben ser tenidas en cuenta al momento de cooperar con los Estados del Cuerno de África –sólo por dar una métrica palpable, el país mejor posicionado de la región en el ránking democrático es Etiopía en el puesto 128 y siendo catalogada como una “autocracia moderada”, mientras que el último lugar de la clasificación es ocupado por Eritrea, siendo una “autocracia dura”–, lo cual es a priori una ventaja para los países en ascenso que buscan llenar los vacíos de poder dejados por las bienpensantes democracias occidentales; en segundo lugar, se debe considerar que los conflictos intra e inter-Estados son relativamente habituales en este lugar del globo, por lo que un arsenal avanzado y probado en combate es parte de la lista de requisitos de los gobernantes; en tercer lugar, la infraestructura básica para el funcionamiento de un Estado es algo que no está presente en todas las regiones del Cuerno de África, por lo que un Estado externo que pueda facilitar la construcción de carreteras, hospitales, aeropuertos y vías férreas es requerido por estos países. Ahora bien, ¿Cómo pueden saldar sus deudas estas naciones empobrecidas? En principio a través de dos métodos por fuera de los acuerdos convencionales que suelen celebrarse entre Estados, el primero de ellos siendo a través de favorecer a empresas de los países que satisfacen sus demandas en las licitaciones estatales para la explotación de recursos naturales estratégicos, destacando el oro, cobre y litio en esta región, además de hidrocarburos; por otro lado, los Estados del Cuerno de África tienden a favorecer una política de “alquiler de soberanía”, según la cual permiten la construcción de bases en su territorio a cambio de pagos directos o de construcción de infraestructura, Djibouti es un ejemplo nítido de esto dado que los ingresos estimados por albergar cinco bases navales en las costas del Estrecho de Bab el-Mandeb costean cerca del 50% de los gastos operativos anuales de su gobierno, y representan cerca de un 10% del PIB del país.
Drones y Doctrinas: El sermón africano de Ankara.
Ambos Estados, desde el Bósforo y Ormuz, se proyectan como nuevos centros de poder en una región conflictiva pero que cuenta con los medios materiales y la convicción política para alcanzar sus objetivos. Desde Ankara y Abu Dhabi se promueven distintas formas de acercamiento a los países de la región, mientras que Turquía aboga por un enfoque cultural que refresca la memoria histórica compartida en pos de construir confianza, luego aborda una agenda comercial para finalmente incluir una propuesta militar; los EAU promueven un acercamiento más directo, optando por iniciativas económico-logísticas, que facilitan su inserción como nodo financiero y comercial en el Océano Índico.
En el caso de Turquía, su retorno formal al continente africano se propicia en el año 2005 con el establecimiento del “Año de África” que enmarcó numerosas propuestas de acercamiento, inversión, cooperación y crecimiento conjunto; en respuesta a esto, se le concedió el status de observador en la Unión Africana, tres años más tarde la nombraron como socio estratégico.
Hacia el año 2011 Ankara decide profundizar su relación con Mogadiscio, para aquél entonces Somalia se encontraba en medio de una crisis humanitaria atroz que generó una hambruna sin precedentes en el país; por lo que la visita del entonces Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan marcó un punto de inflexión: Turquía envió donativos por cerca de 150 millones de dólares en el primer año, destacándose como uno de los escasos Estados que ofreció ayuda directa, sin mediadores internacionales. Este gesto implicó asistencia humanitaria directa, reforzando el compromiso bilateral y dando frutos económicos concretos, multiplicando el volúmen comercial con África por más de cinco veces y, en el caso puntual de Somalia, pasó de exportar apenas $4,8 a $424 millones entre 2010 y 2023.
En el año 2014, el gobierno somalí le da la concesión al Grupo Albayrak –holding turco que se especializa en puertos, construcción y logística– para operar en el puerto de Mogadiscio por 30 años, lo cual consolidó la presencia turca como un actor relevante en el comercio del país, rol que evidenciaba un gran ascenso desde el acercamiento del 2011. A su vez, Turquía alcanzó un acuerdo con Djibouti para establecer una zona de libre comercio, lo cual demostró resultados notables al multiplicar por seis las exportaciones si tomamos el periodo 2015-2023, pasando de $98 a $590 millones y posicionándose como el octavo mayor comprador de bienes turcos en el continente.
En el plano militar, la industria que más ha crecido en Anatolia en los últimos 15 años, Turquía tuvo grandes logros en la región, sea desde el aspecto comercial como desde el estratégico orientado a la proyección de poder. En 2017 se inauguró en Mogadiscio la mayor base de las FF.AA turcas en el extranjero, conocida como TURKSOM tiene el objetivo de entrenar a las fuerzas somalíes pero, además de fungir como una conexión institucional que proyecta a Turquía como un aliado fiable del gobierno central, también permite el estacionamiento de efectivos y le otorga capacidad operativa; separándose de los modelos adoptados por otros Estados que rehuyen del trato directo con las autoridades del país y optan por la intervención directa en operaciones puntuales, caso de los Estados Unidos, o que prefieren apoyar a grupos paramilitares, postura de los EAU. A su vez, en el año 2017 Turquía alcanzó un acuerdo con Sudán por la cesión de la isla de Suakin por 99 años, con el propósito de utilizarla como puerto, por lo que obtuvo un hub logístico-comercial en el Mar Rojo. En los años posteriores, Turquía profundizó sus lazos militares con 25 países en todo el continente, desde cooperación en defensa con Níger y Mali, hasta brindar entrenamiento a la policía keniata, incluida la venta de drones en más de una decena de Estados.
Partiendo de que la rama de la industria militar turca que más renombre ha ganado es la relacionada con los drones, la joya de la corona es, sin lugar a dudas, el Bayraktar TB2[2]. Luego de su incorporación a las FF.AA turcas en 2015, estos fueron utilizados en diversas tareas en su territorio en la lucha contra diversas milicias kurdas, pero fue en la Operación Spring Shield (2020) dirigida contra las fuerzas de Bashar al-Assad donde se consagraron, logrando un éxito rotundo. El primer Estado africano en adquirir los UCAVs turcos fue Libia desde su gobierno reconocido por las Naciones Unidas, logrando detener el avance de las tropas del GNA en el marco de su guerra civil gracias, en buena medida, al rol ocupado por su nueva adquisición. En el 2021, Etiopía firmó un Acuerdo de Cooperación Militar con Turquía en el que se pactó la venta de varios ejemplares de Bayraktar TB2, convirtiéndose en el primer país del Cuerno de África en operarlos. En el 2022, Djibouti efectuó una compra; para el final de dicho año, Somalia se sumó a la lista de operadores del UCAV de Baykar. El valor central de esta pieza de tecnología reside en tres factores centrales: está ampliamente probada en combate, sea en Siria, Libia, la guerra de Nagorno-Karabaj o el frente ucraniano; es económico ($5 millones) en relación a sus competidores con prestaciones similares, como el MQ-9 Reaper americano ($30 millones) o el israelí Hermes 900 ($10-15 millones); Turquía no suele imponer los condicionantes políticos que exigen otros productores como los Estados Unidos; toda esa sumatoria de características y condiciones lo convierte en el equivalente funcional al AK-47 en el mundo de los UCAVs: efectivo, asequible, fácil de usar y de producción masiva.
En el plano del soft power, Ankara desplegó una densa red institucional que articula cultura, educación, religión y cooperación. El Instituto Yunus Emre, presente en países clave como Somalia, Sudán, Senegal o Egipto, difunde el idioma turco y promueve la identidad cultural otomana. Las escuelas Maarif, con presencia en 28 países africanos, representan la avanzada educativa del Estado turco. Desde lo religioso, la Fundación Diyanet financia la construcción de mezquitas, cursos de formación islámica y proyectos comunitarios. Por su parte, la Agencia TİKA impulsa iniciativas de desarrollo local en salud, saneamiento, educación y acceso al agua potable. Solo en Somalia, su asistencia se estima en más de mil millones de dólares.
Puertos, no prédicas.
Desde principios de la década de 2010, los Emiratos Árabes Unidos comenzaron a mirar más allá del comercio en su relación con los países costeros del Mar Rojo. Factores como la creciente inestabilidad en Medio Oriente, la expansión de la influencia iraní, la piratería en aguas somalíes y, a partir de 2015, el estallido de la guerra en Yemen, transformaron a la región del Cuerno de África en un espacio de interés geoestratégico fundamental para Abu Dhabi. La crisis del Golfo de 2017, que fracturó el Consejo de Cooperación del Golfo y enfrentó a los EAU y Arabia Saudita con Qatar, incentivó aún más esta expansión, trasladando las rivalidades del Golfo a suelo africano.
Uno de los escenarios más visibles de esta competencia fue Somalia. Abu Dhabi percibió al entonces presidente somalí, Mohamed Abdullahi “Farmajo”, como demasiado cercano a Doha, y decidió profundizar sus vínculos con los gobiernos regionales somalíes, debilitando deliberadamente al gobierno federal de Mogadiscio. Esta estrategia alimentó tensiones internas y desestabilizó aún más un país ya fragmentado. Paralelamente, Emiratos mantuvo sus inversiones portuarias y acuerdos militares en regiones como Somalilandia y Puntland, ignorando las objeciones del gobierno central.
La estrategia emiratí en el Cuerno de África no solo responde a una lógica de seguridad, sino también a un ambicioso modelo económico basado en la diversificación. Este modelo gira en torno al rol de los EAU como centro logístico global, lo cual requiere garantizar la libre navegación en puntos neurálgicos como el estrecho de Bab al-Mandeb y el de Ormuz. La estabilidad del Mar Rojo es, por tanto, esencial para sus exportaciones de hidrocarburos y sus rutas marítimas comerciales.
Uno de los pilares de esta estrategia es la empresa DP World, con sede en Dubái, que ha liderado proyectos portuarios clave en Djibouti, Berbera y Bosaso. Sin embargo, las relaciones con Djibouti se deterioraron por denuncias de corrupción vinculadas a los contratos de DP World, lo que llevó a Abu Dhabi a trasladar sus operaciones militares a Eritrea, utilizando la base aérea de Assab para sus campañas en Yemen. Más tarde, la falta de fiabilidad del régimen eritreo llevó a Emiratos a diversificar sus alianzas portuarias, firmando nuevos acuerdos en Somalilandia, a quien recientemente buscó que los Estados Unidos le otorguen su reconocimiento como país soberano, y explorando oportunidades en otras regiones autónomas.
A nivel militar, los EAU han demostrado una creciente capacidad operativa. En Somalia, entrenaron fuerzas policiales marítimas en Puntland y participaron en operaciones antiterroristas contra Al Shabaab. Las fuerzas especiales emiratíes son consideradas por funcionarios occidentales como las más competentes del Golfo. Además, han desplegado drones en conflictos como la guerra de Tigray y mantienen bases militares en Eritrea y Somalilandia.
La presencia emiratí también ha tenido implicancias económicas, políticas y ecológicas. Con inversiones extranjeras en África que superan los 97.000 millones de dólares —el triple que China en algunas estimaciones—, los EAU han impulsado proyectos agrícolas orientados a la exportación, fundamentales para garantizar su seguridad alimentaria, ya que importan el 90% de sus alimentos; pero estos cultivos han implicado desplazamientos forzados de comunidades locales para abastecer al Golfo. Asimismo, Emiratos es uno de los principales importadores de oro africano, lo que lo convierte en un actor clave en las cadenas de suministro globales para la transición energética.
No obstante, esta expansión no está exenta de pragmatismo. Aunque los EAU mantienen una alianza estratégica con Estados Unidos contra Irán, firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel y participan en mecanismos multilaterales occidentales, también han ingresado al grupo BRICS, manteniendo una política exterior flexible que evita concentrar sus intereses en un solo bloque. Esta lógica de “no poner todos los huevos en la misma canasta” les permite navegar los vaivenes del orden internacional. Además, cuidan con esmero su imagen pública: cuando su rol en el conflicto de Sudán se volvió foco mediático, redujeron discretamente su apoyo a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF).
Por último, su inclinación por líderes fuertes y regímenes autoritarios por encima de transiciones democráticas complejas responde tanto a razones ideológicas —como su rechazo al islam político, en particular la Hermandad Musulmana, considerada una amenaza existencial— como prácticas. La estabilidad garantizada por autócratas afines es más funcional a sus intereses que los vaivenes de gobiernos pluralistas e inestables.
En suma, la política de los Emiratos Árabes Unidos en África, y en especial en el Cuerno, revela una proyección de poder multiforme, donde se entrelazan intereses logísticos, militares, económicos y simbólicos. En este tablero, África no es solo un espacio de influencia para contrarrestar a rivales como Irán o Qatar, sino también una plataforma para consolidar a los EAU como una potencia media con alcance global, capaz de intervenir y moldear dinámicas regionales más allá de su entorno inmediato.
La Sed de Etiopía y el Cálculo de sus Aliados.
En el corazón del Cuerno de África, podemos evidenciar como se interrelacionan los distintos actores en puja por el poder de influir sobre la región, sea a través de motivos religiosos que se transforman en emprendimientos militares o por medio de pragmáticas propuestas comerciales con el fin de asegurar recursos vitales a cambio de apoyo político y económico.
Con más de 120 millones de habitantes y un vasto territorio sin salida al mar, Etiopía ocupa un rol histórico central en el Este africano y en el curso del Nilo Azul. En los últimos años, las relaciones exteriores de Addis Abeba dieron varios giros, promoviendo su rol como actor de peso con credenciales diplomáticas por un lado, pero enfrentando conflictos en su interior con las distintas etnias que conforman el Estado –principalmente las pertenecientes a las regiones de Tigray, Amhara y Oromía– y sin descartar la expansión territorial hacia el Este con el fin de garantizar su salida al mar.
Uno de los conflictos que supo aquejar a Etiopía durante años fue el que protagonizó con Eritrea entre 1993 y 2018[3]. Con el ascenso de Abiy Ahmed como Primer Ministro, este acordó el fin de la disputa con Asmara y su Presidente Isaías Afewerki, ambos países lograron dar por finalizada su disputa, y esto fue en buena medida gracias al auspicio emiratí. El entonces Príncipe heredero y actual Presidente de los EAU Mohamed Bin Zayed obró como anfitrión de la reconciliación y, en parte, como mecenas, dado que desde Abu Dhabi extendieron generosas ofertas de inversión, créditos blandos, desarrollo portuario y energético, junto con la infraestructura precisa para comercializar sus bienes. Este posicionamiento responde a la estratégia de los Emiratos de estabilizar su región ampliada con gobiernos fuertes capaces de ejercer control interno, securitizar las rutas comerciales marítimas así como los diversos puertos al Mar Rojo o el Océano Índico, e incorporar países a su zona de influencia con el fin de contar con socios fiables al momento de hacerse con minerales estratégicos, bienes agriculturales, agua y oro. Los EAU desarrollan su estratégia regional donde las mediaciones de paz se hacen en aras de la ampliación de su plataforma logística y las infografías de infraestructura financiada desde Abu Dhabi fungen como un gran incentivo para que los líderes del Cuerno de África se sienten en la mesa de negociación; la oportunidad geopolítica de utilizar los puertos de Assab y Massawa en la costa de Eritrea para exportar los copiosos recursos tomados de Etiopía fue aprovechada por los Emires.
Hacia el año 2020, el periodo de paz experimentado por Etiopía fue interrumpido: el Frente para la Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), durante muchos años líder de la coalición que gobernaba el país pero que fue desplazado en 2018, desconoce la autoridad del gobierno central y da inicio a la Guerra de Tigray (2020-2022). Durante el desarrollo del conflicto, se evidenciaron dos cuestiones claras, una en el plano interno y otra en cuanto a la visión de Turquía para con los conflictos internos de los Estados con gobiernos aliados: en el primero, el laberinto étnico etíope representa un desafío formidable para todo gobierno central que busque imponer una visión centralizada desde Addis Abeba respecto a la administración del país en cada uno de sus rincones, dado que comunidades étnicas como la tigray representan a 5 millones de personas, la oromo a 40 millones, la amhara a 25 millones o la somalí a unas 15 millones, lo cual evidencia uno de las dificultades que enfrenta este Estado; en el plano externo Turquía fue un aliado de perfil bajo pero de impacto significativo, dado que el giro central en la guerra se produjo luego de la firma del Convenio de Cooperación Militar de agosto del 2021, en base al que Baykar proveyó a las Fuerzas Armadas etíopes con decenas de UCAVs Bayraktar TB2 y, en paralelo, el discurso oficial de Ankara abogaba por el respeto a la “no injerencia”.
En el año 2022 comenzó un nuevo frente de tensión para Etiopía, esta vez con el vecino con el que había logrado cultivar una estrecha relación y con quien cooperaba para su estabilidad interna: Somalia. Abiy Ahmed buscó ganar influencia en Somalia a través de garantías de seguridad ofrecidas a Farmajo en su lucha contra al-Shabab y el secesionismo. Sin embargo, las urnas no favorecieron al oficialismo somalí y Farmajo fue reemplazado por Hassan Sheikh Mohamud, quien consideró la cercanía de Abiy Ahmed con su antecesor como una muestra de animosidad contra él, conduciendo a un enfrentamiento político entre ambos Estados que se profundizó con el acercamiento entre Somalia y Egipto para oponerse a la Gran Represa del Renacimiento Etíope (GERD), la cual limitaría el caudal de agua que desciende por el Nilo Azul en dirección norte hacia el Mar Mediterráneo y afectaría a El Cairo; pero alcanzó su punto más álgido con el acuerdo firmado entre Etiopía y Somalilandia que intercambiaba la concesión al primero de una franja de costa y acceso al puerto de Berbera por un monto monetario y la posibilidad de reconocimiento formal al Estado con capital en Hargeisa. Frente a este movimiento, Somalia solicitó el retiro de la totalidad de las tropas etíopes de su territorio y buscó su reemplazo con efectivos egipcios, a su vez dejó en claro que todo acuerdo que signifique la concesión de territorio de Somalilandia, estaría hecho a expensas de la soberanía somalí y sería considerado como una agresión directa.
Frente a este escenario de incremento de las animosidades entre dos Estados que son aliados de Turquía, el gobierno de Ankara se dispuso a negociar un acuerdo que garantice la paz y que propicie una resolución a las diferencias entre Addis Abeba y Mogadiscio a través de canales políticos. En ese marco, logró que Etiopía deseche el acuerdo firmado con Somalilandia, impartiendo un mensaje claro de respeto a la integridad territorial reclamada por el gobierno central; y, en contraprestación, Somalia se comprometió a buscar una solución para el diagnóstico estipulado por Abiy Ahmed según el cual su país estaba “sediento” por no tener acceso al mar. El involucramiento de Turquía como mediador está respaldado por su diplomacia multinivel que equilibra su legado cultural compartido, política comercial y presencia militar, reforzando su imagen como garante del orden regional.
Memoria y Moneda: Los lenguajes de la influencia.
Turquía, a diferencia de otros Estados en ascenso que buscan ocupar posiciones de poder dentro del sistema internacional, se muestra constante en sus alianzas y, en consecuencia, evita desmembrar relaciones sólidas en medio de apuestas de ganancia de poder. La cosecha de los frutos producidos por el estrecho vínculo del que hoy goza con Somalia es la consecuencia lógica de la siembra hecha en 2011, así como del cultivo de intercambios culturales, religiosos, económicos y, en última instancia, militares. Entendiendo este modus operandi de la diplomacia turca, podemos comprender intuitivamente que no cambiará de bando por un beneficio económico transitorio o circunstancial.
Por otro lado, los Emiratos Árabes Unidos experimentan una situación distinta a la turca, dado que su rol en la economía mundial y su posición geográfica, sumado a su notable poderío económico –fruto de sus reservas de hidrocarburos y de una visión estratégica que los impulsó a diversificar sus ingresos– les permite abordar relaciones con menor anticipación y sustituir la fidelidad a golpe de talonario. Esta estrategia suele ser efectiva en Estados debilitados o excluídos del Sistema Internacional, como Somalilandia, Puntlandia o Sudán, país que ha evidenciado de primera mano el cambiante rol emiratí y sus apuestas geopolíticas en conflictos foráneos.
REFERENCIAS
[1] Concepto propio de la teoría de las relaciones internacionales que apela a qué los Estados aliados de la gran potencia del Sistema Internacional obtienen beneficios gratuitos que deben ser costeados por el hegemón, a estos países favorecidos se los conoce como “free riders”.
[2] En términos técnicos, este UCAV (Vehículo Aéreo de Combate No-tripulado) de categoría MALE (Altitud Media y Gran Autonomía) cumple con funciones de reconocimiento/inteligencia y combate, puede estar equipado con cohetes guiados por láser o misiles anti-tanque, principalmente.
[3] Tras la proclamación de independencia de Eritrea en 1993, este se enfrentó al gobierno etíope (de quien se independizó); hacia el 2000 ambos Estados acuerdan tercerizar su delimitación fronteriza a una comisión de especialistas pero, cuando esta falló en favor de Asmara, su veredicto fue desconocido por Addis Abeba y el conflicto se estancó durante 18 años.
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