Opinión: qué lecciones podemos tomar de la historia China para el desarrollo y la unidad de América Latina.
*por Carlos Alberto Aguirre
Nuestros países latinoamericanos son jóvenes en términos de aprendizaje y emancipación. En comparación, China, el gigante asiático, tiene más de 5000 años de historia. Su civilización, forjada a lo largo de dinastías, logró sostenerse a pesar de desafíos como el "siglo de humillación" impuesto por las potencias europeas. Esta cultura se ha caracterizado por una lucha permanente, impulsando la tecnología, la industria y el desarrollo científico.
Si interpretáramos que China se consolidó únicamente cuando creó la República Popular en los años 40, perderíamos de vista procesos históricos fundamentales, como el "siglo de humillación" o la Revolución de 1919. De igual manera, si pensáramos que su consolidación ocurrió recién en los años 90, con su reconocimiento en la Organización Mundial del Comercio, ignoraríamos su lucha constante por recuperar su espacio vital, que incluye la cuestión de Taiwán. Por eso, para entender a China, es necesario considerarla como un todo, no como fragmentos aislados.
América Latina, al igual que China, ha enfrentado procesos de dominación por parte de potencias extranjeras. Los imperios europeos y el norteamericano nos impusieron sistemas comerciales y culturales que fragmentaron nuestra región. A través de dictaduras, intervenciones militares y endeudamiento, se nos asignó un rol subordinado en la economía global, como meros productores de materias primas. Sin embargo, esta situación está cambiando.
China ha avanzado a pasos agigantados en los ámbitos social, económico, político y en sus relaciones internacionales, consolidándose como un actor clave en la geopolítica mundial. En nuestra región, también hemos dado pasos importantes, como el desarrollo de tecnologías satelitales en Argentina con los ARSAT 1 y 2, o el rol de Brasil en los BRICS, que contribuye significativamente a la economía regional y global.
No obstante, cometemos errores estratégicos. Un ejemplo es la creencia de que Estados Unidos debe ser nuestro aliado natural, cuando en realidad compite con nosotros en el comercio de commodities. Pensar exclusivamente en alianzas con Estados Unidos o la Unión Europea puede limitarnos. La Unión Europea, por ejemplo, tiene una población de aproximadamente 450 millones, una cifra que es superada ampliamente por la población de China. A nivel urbano, ciudades como Pekín y Shanghái, con más de 20 y 24 millones de habitantes respectivamente, también evidencian el potencial demográfico de China frente a capitales europeas como Berlín o París.
Además, los BRICS ofrecen oportunidades que los sistemas tradicionales, como el FMI, no brindan. A través de financiamiento, infraestructura y tecnología, los BRICS representan una alternativa más favorable para nuestra región, a diferencia de las condiciones restrictivas que históricamente nos han impuesto las potencias occidentales.
En conclusión, somos una región joven que todavía comete errores. Para avanzar hacia una verdadera emancipación, debemos aprender de la experiencia de China y velar por nuestros propios intereses, priorizando la unidad, la prosperidad y el desarrollo estratégico.
“No repitas las tácticas que te han ganado una victoria;
Adapta métodos según las circunstancias” Sun Tzu.
*Carlos Alberto Aguirre es politólogo (UNLA), sinólogo (UNLA-UMET) y gestor parlamentario (INAP).
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