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El futuro del BID: pieza clave en el tablero geopolítico

POR Andrés Lagarde


Fuente de la imagen: CLACSO


En los últimos tiempos fuimos testigos del alineamiento de muchos países latinoamericanos con los intereses de los Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump. En su disputa por la hegemonía mundial y ante la crisis del multilateralismo, nuestra región vuelve a estar en primera plana. Un claro ejemplo de esta situación es la trama en torno a la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (en adelante, BID).

Esta institución, fundada en 1959 como un organismo de cooperación regional con tratamiento preferencial hacia los países menos desarrollados del continente, ha financiado gran cantidad de proyectos para el desarrollo (fundamentalmente a nivel infraestructura, productivo y social) en América Latina y el Caribe.

Desde su fundación se ha seguido una regla consuetudinaria para la elección de su presidente: una persona propuesta por los países latinoamericanos ejerce la presidencia, mientras que la vicepresidencia recae en una persona propuesta por los Estados Unidos de América.

Aquí surge la problemática mencionada al comienzo: el gobierno de los EE.UU. ha propuesto abiertamente romper aquella norma para la elección de la persona que debe ocupar la presidencia del BID por los próximos años, al postular como aspirante al estadounidense de ascendencia cubana Mauricio Claver-Carone. El candidato es además el principal asesor para las Américas del presidente Trump.

Asimismo, dada la cercanía de las elecciones presidenciales donde Trump competirá con el candidato demócrata Joe Biden, en noviembre, muchos cuestionan la decisión de imponer un candidato alineado con una administración que podría estar en retirada. Leída en clave campaña electoral, la candidatura de Claver Carone –por su postura hostil hacia los gobiernos de Cuba y Venezuela– puede ser gesto presidencial con el objetivo de ganar peso en los electores del Estado de la Florida.

En clave geopolítica, los Estados Unidos pasarían a tener aún más influencia en un organismo clave en el financiamiento de proyectos que serán importantes en la recomposición post pandemia en una región que ha sido muy golpeada. No sería novedad que se dieran o negasen préstamos según el alineamiento político de los países de la región. Basta analizar la política seguida por la Organización para los Estados Americanos (OEA) bajo la administración de Luis Almagro en el último tiempo (por ejemplo, en el golpe de estado en Bolivia el año pasado) para confirmar esta hipótesis.

Por otro lado, frente al avance de China y su Nueva Ruta de la Seda, el país norteamericano se aseguraría más poder en su “patio trasero”: tendría la llave para financiar diversos proyectos de desarrollo en Latinoamérica en detrimento del capital chino. Así, el BID es una pieza clave en el tablero de la geopolítica mundial y la disputa por la hegemonía. La Doctrina Monroe, en pleno apogeo.

Finalmente, hasta ahora la elección del nuevo director está prevista para el 12 y 13 de septiembre. Sin embargo, muchas voces de países de América Latina (principalmente la Argentina), de la Unión Europea y del Parlamento del Mercosur han solicitado sea postergada la elección de tan importante cargo hasta la celebración de la Asamblea de Gobernadores del BID del 17 al 21 de marzo de 2021 en Barranquilla, Colombia. Lo que suceda con esta elección será clave en la reconfiguración del contexto regional y mundial post pandemia.

Un nuevo escenario de disputa está abierto.

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