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Reconstrucción nacional y cultura del encuentro

POR Lic. J. Facundo Muciaccia.




Argentina. Encrucijada constante. Disputa eterna. Modelo de desarrollo productivo en el extremo sur de nuestro continente. Faro de la igualdad que supo iluminar la región en épocas pasadas. Nación que fue orgullo y ejemplo de millones de personas que tenían el anhelo de vivir mejor. Reina del Plata. Tales sus mitos, sus símbolos.


Su presente en ruinas viene acompañado, no obstante, por una esperanza en el futuro a raíz de la asunción del nuevo gobierno en diciembre de 2019. Presente en ruinas, por el saqueo económico exitoso por parte de la administración de Mauricio Macri, por un deterioro social gravísimo y por el desmembramiento del aparato productivo gracias a las políticas de endeudamiento y de ajuste permanente en los últimos 4 años.


País saqueado y quebrado, entonces. Y cercado a nivel regional. Panorama desalentador, delicado, con niveles de pobreza y desocupación cuyos números recuerdan al año 2002. Y a pesar de todo esto, el nuevo gobierno del Frente de TODOS representa la esperanza de una nación próspera y con justicia social. Los últimos serán los primeros exclamó el presidente Alberto Fernández, poniendo un freno a los actores que buscan condicionar sus políticas públicas. Una definición clara, cuyo tenor apunta a la generación de consensos con todos los sectores. Por la reconstrucción del país. Otra vez el justicialismo en la tarea de la reconstrucción de la patria, con vocación frentista convocando a la epopeya de salir de las ruinas que nos ha dejado la derecha argentina. Por la reconstrucción del país, una vez más.


¿Cómo? Con un Estado Nacional generando consensos y priorizando el desarrollo de nuestro aparato productivo, diversificando las exportaciones, fomentando a las Pymes, para así vigorizar nuestro mercado interno mediante el consumo de las mayorías, estimulando la inversión para el desarrollo y la innovación, tan necesaria en nuestro país.


Para lograrlo, es necesario volver al pensamiento estratégico. Hemos visto chispazos esperanzadores en los gobiernos de CFK, y ahora se espera un renacer. Pero si vamos a lo concreto: hace más de 40 años que no vemos una planificación de desarrollo del país, desde el último plan trienal en 1973: una concepción integral con lineamientos estratégicos como nación sudamericana. 


Los intereses sectoriales sobre los nacionales nos han llevado a esta situación calamitosa. Por eso, quizás pueda leerse el anuncio de la actualización de retenciones para los exportadores como un ejemplo de lo que implicaría anteponer el interés nacional sobre el sectorial. Aunque se trate de una medida que apunta principalmente a resolver la emergencia social en la que se encuentra inmerso nuestro país, no deja de supeditarse a una visión estratégica de país. Ayudar a los últimos para llegar a todos. La medida implica caminar en la senda de reformas para la equidad fiscal: aquellos sectores de la sociedad que más ganancias reportan aportarán los fondos que aliviarán la situación de los más humildes en nuestro país. Porque resolver la situación de hambre e indigencia del más del 40% de la población debe no ser sólo la prioridad del gobierno: es un deber de toda la sociedad.


Es importante entender que estas primeras medidas, orientadas a uno de los sectores de mayor concentración de poder económico, como es el conglomerado exportador, tienen como objetivo secundario algo nada menor: poder influir en los precios internos, a fin de aliviar también a las familias que habitan nuestro suelo. En ese sentido, cuando hablamos de reconstrucción hablamos desde y hacia un nosotros inclusivo: todos vamos a tener que aportar a dicha reconstrucción. El nuevo gobierno, de este modo, va esbozando la estrategia de la titánica tarea. 

Titánica, aclaremos, porque el país devastado es el resultado de la ambición de una élite inserta en el mercado internacional que no representa el interés de las mayorías pero que enmascara inteligentemente su interés como “el de la patria” mediante la complacencia de los medios de comunicación. Nuestra tarea, nuestra responsabilidad, por tal motivo, es con la nación y su población, no con los intereses sectoriales que convierte a la Argentina en un país inviable que degrada y atenta con destrucción de su comunidad.


Para esto debemos romper la primacía de lo individual. Individualismo es el de los sectores que se anteponen al interés de la nación. No puede haber proyecto político estratégico sin cultura del encuentro en nuestra comunidad. Y es necesario que ese proyecto sea orientado no desde sectores concentrados sino desde el Estado nacional, rector de los intereses comunes de quienes habitan el país y resguardo del bienestar de su población en un contexto internacional, recordémoslo, tanto hostil como incierto a la autonomía de los Estados soberanos frente al poder global financiero.


La miseria planificada condena el futuro de nuestro país. De allí la necesidad de actuar fuerte, con eficacia y rapidez, tanto para aliviar la deuda interna como para reestructurar la deuda externa. La toma de decisiones políticas al respecto es prioritaria. Y nuestra responsabilidad como nueva generación es pensar los modos de aportar a la reconstrucción del país y sus valores comunitarios. Porque es inmoral que en el 8vo país más grande del mundo, uno de los grandes productores de comida, haya hambre y pobreza infantil en niveles alarmantes. 

De allí que se pueda concluir que las primeras medidas del gobierno del Frente de TODOS son alentadoras, en tanto reparadoras para vastos sectores de la población. Esta nueva etapa será positiva si al poder se encuentra un gobierno comprometido con su gente y con la reconstrucción nacional. Porque “reconstrucción nacional” no son palabras vacías sino un concepto destinado a reflotar lo mejor de nosotros como comunidad en la construcción de un país próspero con justicia social.


Al respecto, una iniciativa que puede servir como ejemplo de trabajo mancomunado, siempre enmarcada en el pacto social impulsado por el gobierno de Alberto Fernández, es la que gremio Smata ha planteado en torno a la recuperación con los diferentes actores económicos del sector. A principios de este año, la situación de la industria automotriz evidenciaba cada vez más las consecuencias del modelo de la Coalición Cambiemos: incremento de despidos y caída en la producción de las fábricas de autos y camionetas. Los datos son evidentes: en 2011, año récord en producción de vehículos, se habían producido unas 845 mil unidades. En la actualidad esa cifra no supera las 315 mil unidades, y lo único que creció, según datos provistos por Smata, es la capacidad ociosa de las plantas automotrices, que llegó al 75 por ciento. Esto es lo que llevó a que este gremio impulsara hace días la iniciativa de un pacto y le presentara al presidente Fernández la necesidad de elaborar una ley que proteja la industria automotriz teniendo en cuenta que la Argentina es uno de los 19 países que fabrican autos en el mundo. 


El primer paso es la reconstrucción. El desafío siguiente en estructurar un plan desarrollo de nuestras capacidades productivas articuladas con un sistema educativo de nivel, para así innovar y superar las inequidades a nivel federal. Creemos en la vocación del gobierno de TODOS con estos tópicos expuestos. Y este es nuestro humilde aporte: contribuir al pensamiento estratégico desde nuestro lugar como generación comprometida con la patria.

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